Seis porqués para la presentación de “El eco de los disparos”, de Edurne Portela

El martes día 4 de octubre participé en la librería Zuloa de Vitoria-Gasteiz, junto al periodista Iker Armentia y la propia autora, en la presentación del libro de Edurne Portela El eco de los disparos. Cultura y memoria de la violencia (Galaxia Gutenberg, 2016), una obra sobre las representaciones artísticas de la violencia de estas últimas décadas en el País Vasco, es decir, nuestra versión de lo que en Irlanda del Norte se ha venido denominando The Troubles, y en la cuadrilla del escritor navarro Jokin Muñoz (y también en la mía, curiosamente y sin que tuviéramos conocimiento mutuo) dimos en llamar La Cosa. Este es el texto que preparé para dicha presentación (no es una crítica, por lo tanto, lo subrayo porque hay quien confunde ambos géneros); tras su lectura Portela dio paso a su propia intervención, y después tuvimos ocasión de debatir, entre nosotros y con el público asistente, algunas de las cuestiones que se habían planteado. En todo caso, en mi texto mencionaba las seis razones por las que me parecía que el de Portela es un buen libro: porque es raro, porque es riguroso, porque no es neutral, porque (sin embargo) no es vengativo ni justiciero, porque es personal y, finalmente, porque es atrevido.

-En primer lugar, creo que El eco de los disparos es bueno porque es un libro raro, en el mejor y más radical sentido de la palabra. Raro, porque hay pocos como este, porque pertenece a un género que es difícil de clasificar. Se trata de un ensayo, sí, y se presenta en una colección y formato que nos remiten a ese género. Pero es más que eso, porque, me atrevo a decir, es asimismo un libro de memorias, con pasajes autobiográficos que funcionan con la exactitud de los buenos cuentos. Y, si te descuidas, por ese camino, es también un libro de historia, quizá no de Historia en mayúscula, pero sí de una historia personal que se convierte en colectiva a lo largo de un libro interdisciplinar. Y eso también es raro, o poco habitual. Porque de una estudiosa de la literatura como Portela (doctora en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Chapel Hill, y profesora titular de Literatura Hispanoamericana durante muchos años en la Universidad de Lehigh) se podría esperar un libro muy “filológico”, pero no es así, pues combina perfectamente el estudio del hecho literario sobre La Cosa con el del cine, el del mundo audiovisual, el de las artes plásticas y el de los hechos políticos y sociales. En un equilibrio excelente, y sin caer en esa excusa para construir teorías abstractas o hacer sociología de saldo en que se han convertido en muchas ocasiones, para las gentes de las Humanidades, los llamados Cultural Studies.

-Pienso, por otra parte, que es un buen libro porque, ligado con esto que acabo de decir, es un libro riguroso, aunque no academicista. Tiene su bibliografía, sus citas bien fundamentadas, sus notas a pie de página, pero, con todo el músculo de rigor académico que exhibe, no es un libro “rígido”. El equilibrio, el tono que ha logrado Portela con este libro tiene mucho mérito; es un libro que se lee muy bien. Bueno, relativamente bien, como trataré de explicar más adelante. Y es un libro que, además, huye de la teorización por la teorización y de ese lenguaje abstruso que muchas veces caracteriza a los estudios contemporáneos, y me hacen añorar los tiempos en que Edward P. Thompson se lanzaba a la yugular de Althusser esgrimiendo argumentos como los de su obra Miseria de la teoría. Desde luego, no es el caso del libro de Portela, ni mucho menos.

-Y puede que una de las razones de que sea así es que se trata de un libro riguroso, pero no neutral. Es un libro de combate, de reflexión, sobre todo de autorreflexión, histórica pero también ética, sobre lo que nos ha pasado en estos últimos cincuenta años de historia en el País Vasco, lo que hemos hecho y, sobre todo, lo que hemos dejado de hacer, en relación a todas las violencias que hemos sufrido, pero sobre todo en relación a la (a mi entender) más importante de ellas, la proveniente de ETA y su entorno. Por eso he señalado antes que se lee relativamente bien: la prosa corre como la pólvora, pero quema también; a mí por lo menos me ha dolido leer muchas cosas. Y en ese sentido es un buen antídoto, amargo como el aceite de ricino, contra ese “pasar página” al que (me temo) muchos tenemos, en demasiadas ocasiones, tentación de recurrir, en este país. Llevamos pasando página desde la guerra civil, o, si te descuidas, desde las guerras de bandos. Y así nos ha ido…

-Aunque, por otra parte, el hecho de que no sea neutral no quiere decir que este sea un libro justiciero o vengativo, que es con lo que se confunde a veces la no-neutralidad, o la lucha contra una supuesta equidistancia entre dos bandos que, a mi modo de ver, nunca han existido como tales en el País Vasco. La autora, si con alguien ajusta cuentas, es consigo misma, y con su pasado. Y plantea sus dudas, sus inseguridades, no cae en ese discurso tajante, avasallador, de esos autores que, tras su caída en el camino a Damasco, vuelven a subirse a otro caballo desde el que continúan tronando y, por supuesto, teniendo siempre razón, aunque sea en un sentido contrario al que habían defendido antes. Hasta cuando discrepa o critica, Portela mantiene un tono mesurado, respetuoso, que huye de lo tajante. El eco de los disparos, en ese sentido, es un lugar de reflexión y debate, no el templo de un dios monoteísta, o un tribunal de última instancia. Ni mucho menos. Es un libro que nos interpela, pero que también nos explica, o nos da herramientas para autoexplicarnos.

-El libro me gusta también, y me ha conmovido, porque es personal. Creo que estoy repitiendo algo que ya he mencionado antes, pero Portela hace lo contrario de esos malhechores o héroes de película barata que sueltan un “no es nada personal” antes de descerrajarle un tiro a alguien. Aquí, desde luego, no hay disparo, pero tampoco esa reivindicación de frialdad profesional. En ese sentido, la función que tienen los textos, los pequeños relatos biográficos que interrumpen la cañada principal del libro, que es un análisis de las representaciones artísticas de La Cosa, es muy importante, pues en realidad no lo rompen, sino que vertebran todo el libro, desde que la autora cuenta sus visitas de pequeña a los “barbudos” del País Vasco Francés, hasta su reencuentro con una vieja conocida que fue en su tiempo víctima del terrorismo de ETA, pasando por sus tiempos de pogo en los conciertos de Soziedad Alkohólika y su reacción en fiestas de Santurce cuando anunciaron el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Y, ya lo he dicho antes, están extraordinariamente bien escritos, sin caer en la cursilería o la pedantería en que suelen incurrir algunos novelistas al tratar el tema. Con sobriedad y economía, es decir, con efectividad literaria.

-Y esa naturaleza personal creo que tiene que ver también con el hecho de que sea un libro atrevido, que no huye de la polémica. Porque plantea, desde los estudios hispánicos, una visión diferente, o por lo menos no muy habitual en el mainstream sobre La Cosa. Porque busca la discusión de ideas, el debate, como cuando pone en cuestión el uso del humor para tratar el problema, a la manera que se hizo, por ejemplo, en la película Ocho apellidos vascos. Pero huyendo de la idea de la imposición de una visión inequívoca y maniquea, como he mencionado antes. Es un libro, por tanto, que no gustará a los amantes de la brocha gorda y de la distinción nítida entre el mal (absoluto) y el bien (absoluto), o a los adoradores del binomio patria-pueblo (sean cuales sean dicha patria y dicho pueblo),  es decir, a aquellos que descreen de que una de las funciones de la literatura (y de las artes en general) es buscar el matiz y explorar la gama de grises. Y esa es una propuesta que, a día de hoy, es casi revolucionaria, viniendo del ámbito de donde viene (la academia, los estudios de literatura hispanoamericana) y dirigiéndose al público que se dirige (el de habla hispana, porque para el euskaldún quizá no sea, en principio, tan novedoso lo que Portela propone, aunque tenga la ventaja de venir mejor explicado que la mayoría de los trabajos que tratan sobre el tema).

Vamos, que este es, para mí, el auténtico must de la temporada literaria, en cuanto a La Cosa se refiere, y no Patria, la novela “definitiva” sobre el asunto de Fernando Aramburu… En el ámbito de las representaciones de la violencia en el País Vasco, como demuestra Portela, se ha hecho mucho, malo, pero también bueno…tanto, que nadie puede arrogarse, a estas alturas, exclusividad alguna. Y no me cabe duda de que, ahora que han callado las armas, se seguirá escribiendo / filmando / pintando / esculpiendo / componiendo / haciendo mucho sobre el tema. Tanto bueno, como regular y malo…

el eco de los disparos bilaketarekin bat datozen irudiak